Intoduccion - Coleccionando esquinas

Introducción


“Como quien viaja a lomos de una yegua sombría
por la ciudad camino, no preguntéis a dónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden”

Joaquín Sabina


Parece un día común aquí por Buenos Aires, son alrededor de las seis de la tarde y, finalmente, para contradecir a mi día, pude concluir un “pequeño libre albedrío literario” en forma de libro de poesías, el cual es un lindo acontecimiento inusual en mi anuario de costumbres.
Tardé un par de años en hacerlo, no sé si por ausencia de constancia, o simplemente “porque sí”. La cuestión es que parece que se juntaron un montón de causalidades propias y extraños conocidos, quienes lograron abrir una puerta que parecía negada, la de la creación, la del compromiso con lo que uno ama hacer.
Así que aquí estamos, antes que nada quería dedicar este libro a todos mis amigos y amigas, a mis “amistades peligrosas” del foro creativo, a los compañeros de ruta, a las mujeres que ame al filo del amor y a las que no me dejaron hacerlo, a las vicisitudes y porvenires de la vida, a los padres que soportan mis peores vicios, a lo que esta por venir, a mi ansiedad que a veces no sabe esperar y se equivoca, a Jorge por sus palabras de bienvenida a la obra, a mi “alma del silencio” que iluminó mis horas en estos últimos meses y a los miembros de mi “Club de Olvidados no queridos” van estas hojas cargadas de insomnio diurno y nocturno.
Y aquí estamos; había pensado otra introducción, un poco más relacionado con pequeños principios filosóficos, buscándole una “vuelta más” a todo lo que escribí, es decir, una especie de auto análisis, a modo de encontrar patrones comunes en el quehacer lírico personal.
Pero, esos imponderables que aparecen de tanto en tanto en la vida, trajeron la carta de una persona amiga a mis manos en estos últimos días, y obviando su nombre, que no viene al caso (sí en mi vida, obviamente), transcribo textual una parte de sus palabras:
“Si volviera a vivir varias cosas con la conciencia que tengo ahora, probablemente habría algunas que no repetiría de la misma manera.....pero bueno, como dicen por ahí, la experiencia no se transmite, sino que se experimenta, así que tampoco vamos a pensar imposibles”.
Y ese párrafo fue el que me atrajo, esa lucha de pensamientos entre lo que uno hizo y como lo hubiera hecho, pero con la conciencia final de haber actuado conforme a las circunstancias: las mismas son las que abren o cierran puertas.
No se trata de saber como salió este “pequeño hijo de luces y sombras”, sino, y redoblando la apuesta a la persona de la carta, tratemos de pensar imposibles, por ejemplo que en este espacio de hojas y tinta vamos a encontrar, pecando de ambiciosos, algún lugar donde sentirnos reflejados, alguna palabra que nos moleste, quizás una contradicción en la que nunca pensamos o tal vez un rechazo total a lo que se lee. Ese es mi imposible, pretender saber y entender que sentimientos, recuerdos, o sensaciones van a experimentar mientras lo lean, ese es el primer lugar que “entrepuertas y medias luces” trata de quebrar abordando lugares comunes en la esquina del iris. Mi duda es el imposible que ustedes generan. Ojalá disfruten de lo que mis dudas les aporten.


El coleccionista de esquinas


Debajo de las alfombras de cemento las historias respiran,
están ahí moldeando sus propias palabras, planeando su propia salida
¿ Quien las invoca, las convoca, las reparte y las desnuda en carne viva?
Sin dudas, el coleccionista de esquinas,
el fanático, el de dudosa reputación
el mitómano creativo de viajes y lugares donde nunca ha estado
el imperceptible, el que transpira imaginación
el buscador, el pensante, el viviente
el inconformista, el selectivo, el iluso
el niño, el mas viejo de todos los años que espera vivir
el dudoso, el certero, el maniático, el sencillo,
el mejor de mis lugartenientes, la otra cara de la soledad
el logra quebrar los imposibles haciéndolos realidades
tan palpables como la repisa donde guarda un viejo vino
que a veces comparte conmigo, solo a veces,
(también es “el avaro”, aunque no siempre)

La otra noche, una de agosto y de las bien frías
me invito sin yo enterarme a visitar su biblioteca de humo
y encontré luchando por su propia libertad
un puñado de verdades no escritas que vinieron a mi mano
y de mi mano hacia el papel sin siquiera yo quererlo (¿o tal vez si?)
quizás el coleccionista se enoje por esta “pequeña violación de intimidades”
pero él todo lo perdona
él es el sensible, el comprensivo, el respetuoso
y aunque a veces sea histérico, irracional a conciencia
un verdadero “jodido de aquellos”
sabe que colecciona para regalar
por eso
antes de volver a casa dejando atrás este paisaje de calles y río
le cambio el nombre a mi mejor lugarteniente, de hoy en adelante serás
“El regalador de esquinas”

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